“Con el sueldo no me alcanza para nada, todo es: paga, paga, paga”, dice Felipe, azuayo de 23 años, después de haber decidido irse a EEUU. Lo toma como una aventura. Ha conversado con varios migrantes, coyotes; se sabe los trámites, las frases que ha de decir, lo que ha de comprar, y a quien acudirá. En sus ojos brilla el entusiasmo. Se muestra optimista. Su herramienta es el celular y las redes. Está dentro de la parafernalia de la migración: “voy a ver qué pasa; el que no arriesga, no gana”, dice apagando su cigarrillo. “Me estoy yendo con las justas”, suspira. Acaba de completar 14 mil dólares con créditos para el viaje.
El sueldo de la mayoría de la población trabajadora en Ecuador está entre los 400 y 500 dólares mensuales. Profesionales con tercer nivel están en un rango de 400 a 700 dólares mensuales, sobre todo en el sector educativo y de servicios. El sueldo promedio de alguien con maestría es de 1086 dólares. Grandes empresas ecuatorianas pagan 600 dólares a sus gerentes. Los sueldos dorados en el sector privado y público se reservan para los familiares y amigos, como la cuota de los socialcristianos en la gerencia de TC Televisión: Rafael Cuesta Caputi quien gana 22 mil 930 dólares. Sueldo impensable para un profesional con la mejor hoja de vida y curriculum intachable.
El promedio de la remuneración de un migrante ilegal ecuatoriano en EEUU es de 2500 dólares; una limitada manutención superará los 1800 dólares, fuera de otros gastos. En el mejor de los casos llegará a enviar 400 dólares mensuales a su familia. El flujo económico de las remesas se presenta como rentable en la sumatoria total, cuando esos dólares pueden comprar las delicias del tercer mundo. La contracción económica de Ecuador en 2020 fue del 7,5%. En 2020 las remesas llegaron a 3 mil 337 millones de dólares (BCE). Las remesas crecieron 3,19% respecto de 2019. El gobierno de Biden mejoró sustancialmente su relación con los migrantes. Solo de EEUU llegó a Ecuador 2 mil 26 millones de dólares, el 60,72% del total de las remesas. De España ingresaron 720 millones de dólares, un retroceso de 3,69% respecto de 2019. De Italia llegaron 163,3 millones por concepto de remesas, un 4,89% del total, un incremento de 3,78%, respecto de 2019. Las remesas de otros países suman 377,6 millones. Más de 2 mil 964 millones de dólares se concentran en Guayas (945), Azuay (668), Pichincha (612) y Cañar (270). Las remesas que salieron del país bajaron de 639,2 a 507,7 millones de dólares, la mayoría hacia Colombia, Perú, México, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Haití, Venezuela, una disminución de 20,57% por la crisis ecuatoriana y pandémica.
La migración se agudiza cuando se debilitan los vínculos de las sociedades. La falta de integración económica y cultural en la situación pandémica fortalece la migración colectiva. El fenómeno migratorio se presenta a veces como una fiebre viral (sin tomar en cuenta los desplazamientos forzados, conflictos armados, de dictaduras y otras) en el cual si bien el factor principal es el económico (la crisis, el desempleo, la aspiración de mejorar la calidad de vida), hay otros factores culturales y psicológicos. El espíritu del capitalismo, para tomar las palabras de Weber, genera mitos de grandeza, fetichizaciones de los sujetos y sueños irrealizables. Los grandes flujos migratorios, en la teoría de la neocolonización marxista, es una de las bases de la acumulación del capital a través de la esclavización asalariada de distintos tipos.
La mentalidad migratoria, enrarecida por la industria cultural, quiere cubrir el desfase permanente de la modernidad de las potencias con las modernidades tardías latinoamericanas. La aventura, la envidia, el sueño de convertirse en el otro, el atontamiento de las marcas en la ropa, comida, vehículos, tecnología y la propia piel, así como la grandilocuencia de las infraestructuras, los clichés del “sueño americano” y el brillo del dinero opacan las conciencias y llevan a millones de individuos a realizar los peores actos contra la sociedad y la familia que creen defender. Pero también aparecen sus contrarios, aunque parezca sorprendente en EEUU ya existen lugares donde no se habla ni inglés ni español, sino solo kichwa, las herencias culturales llegan unidas a los millones de brazos que construyen el gigante del capital.
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