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La educación en el Ecuador: entre el encargo y la negación

Actualizado: 4 feb 2019



En un artículo publicado en el año 2006 en la revista Foro de Educación[1], Luis Andrés Marcos reflexiona acerca de la necesidad de una “democracia educativa". Su reflexión se fundamenta en que la sociedad tiene la responsabilidad de educar a la ciudadanía, y que ese proceso se da a partir de dos elementos que, de acuerdo con Berger y Lukmann, son: la socialización primaria, que es “la primera por la que atraviesa el individuo en la niñez, es decir, por medio de la que se convierte en miembro de la sociedad; y la socialización secundaria, misma que constituye “cualquier proceso posterior que induce al individuo ya socializado a nuevos sectores del mundo objetivo de su realidad”. Su argumento estriba en que existen responsables específicos para cada una de ellas, y que la escuela debería intervenir únicamente en la segunda, razón por la cual no se le puede encargar la responsabilidad de ambas.


A raíz de lo anunciado en los últimos días por el gobierno nacional sobre los posibles “cambios en el pensum educativo”[2], nos permitimos reflexionar en torno a dos ideas principales: 1) la voluntad del gobierno nacional de encargar al Sistema Nacional de Educación (SNE) la responsabilidad de la resolución de los problemas sociales, y 2) la negación implícita de la participación de otros actores en los procesos educativos. En este sentido, es importante recalcar que si bien el SNE es un elemento fundamental para la construcción de una sociedad justa, innovadora y solidaria, tal como lo establece el Currículo 2016[3], es necesario que los otros actores, como la familia, los medios de comunicación, los movimientos sociales y culturales, entre otros, asuman la responsabilidad de la educación de la ciudadanía desde sus específicas funciones sociales.


Con relación a la primera idea, al anunciar una reforma educativa, el gobierno nacional está produciendo unos efectos de verdad (Foucault) sobre un supuesto fracaso del Currículo actual. Lo cual está instaurando en el sentido común de la sociedad ecuatoriana la idea de que, tal como se ha estado repitiendo cual mantra en gran parte de la gestión de Lenín Moreno, la culpa es del anterior gobierno. En estos términos se expresó el actual secretario particular de la Presidencia Juan Sebastián Roldán: “Vamos hacer una reforma que va a incluir a la ética, la cívica y el amor por la Patria y por nosotros mismos, que se dejó de lado en el anterior Gobierno”[4]. Advertimos que, al responsabilizar al SNE sobre la resolución de estos problemas, la socialización primaria queda también en manos de los docentes, y serán ellos quienes (por efecto de cascada) terminen acusados y usados como chivo expiatorios.


Mencionamos esto únicamente porque existe literatura que trata sobre la precarización del trabajo docente, misma que se da por razones como la intensificación del trabajo docente (Apple, 1995), la baja remuneración y la pérdida de derechos laborales (Sánchez y Corte, 2012). Con esto es posible (lastimosamente) vislumbrar una nueva causa para su precarización, lo cual se podría catalogar como violencia simbólica (ahora que el tema es tendencia para la reflexión), que es la de ser los responsables no solo de la calidad de la educación, tal como lo establece la Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI, 2011, art. 11), sino también de ser los responsables directos de brindar una educación de calidad que resuelva los problemas sociales en el corto plazo.


En relación al argumento de Marcos, podemos decir que no se está procurando la construcción de una democracia educativa como proyecto social del Ecuador, ya que hay acciones del gobierno nacional (como la que estamos analizando) que no hacen más que negar la participación de otros actores en los procesos educativos de la ciudadanía ecuatoriana, lo cual nos lleva inevitablemente a reflexionar sobre la segunda idea.

Al respecto, retomamos una frase de Marcos, que en su artículo dice: “La sociedad debe ser educativa no porque ella enseñe, que eso queda reservado a sus docentes, sino porque practica las reglas del juego de la convivencia” (pág. 12). En la sociedad existen otros actores que “indirectamente” forman parte de la educación. Son aquellos que no están tomados en cuenta como elementos constitutivos del SNE y del currículo oficial, pero que forman parte del denominado currículo oculto[5]. Sin embargo, estos otros actores influyen más de lo que puede imaginar el sentido común. Por ejemplo, los medios de comunicación masiva (de persuasión, de acuerdo con el pensamiento de José Luis Sampedro) como la televisión, presentan una programación en la que abundan temas que fomentan el machismo, la violencia y lo ilegal como algo atractivo para la vida de un ser humano, como son las narco novelas, entre otros.


La lógica del ejemplo sirve, y se la puede aplicar en el análisis de otros medios de comunicación masiva como la radio, que en muchos casos prefiere transmitir una programación colmada de producción extranjera y no nacional; la prensa, que marca la pauta de la opinión pública y que fortalece el establecimiento del sentido común con base en determinados efectos de verdad, que son funcionales a los grupos de poder. Así también, el internet y las redes sociales influyen en un público aún mayor que los anteriores mencionados, ya que al ser audio-visuales y de fácil acceso, transmiten mensajes más precisos con un mayor impacto entre quienes alimentan su acervo cultural y su pensamiento a base de memes o artículos curiosos. En definitiva, los medios de comunicación forman parte del grupo de otros actores en los procesos educativos de la ciudadanía, ¿por qué negarlos?


En definitiva, en el horizonte social del Ecuador no se vislumbra una democracia educativa en la que cada actor asuma la responsabilidad de su participación en la educación como proceso social. Es fácil identificar una voluntad política de encargar únicamente al SNE y al Currículo la educación de la ciudadanía, al punto de querer “escolarizar todo el ámbito vital de los niños”, y eso no está bien. En este sentido, los cambios anunciados por el gobierno nacional deben ser pensados adecuadamente no solo a nivel educativo, sino también a nivel social, tomando en cuenta las relaciones de poder. También es fácil percibir la negación de la responsabilidad de los otros actores de la educación, es especial de los medios de comunicación, lo cual únicamente refuerza la idea de que estos son el poder detrás del poder.



[1] Marcos, Luis Andrés, (2006). «PARA UNA DEMOCRACIA EDUCATIVA». Foro de Educación [en linea] 2006, 4 (Mayo).

[2] Vicepresidencia de la República el Ecuador, Boletín de prensa, “Gobierno Nacional instaurará en la formación educativa principios y valores para combatir la violencia”, martes 22 de enero de 2019.

[4] Ver el quinto párrafo del boletín de prensa de la Vicepresidencia de la República antes citado. La cursiva es deliberada por razones argumentativas.

[5] El currículo oculto es un concepto muy amplio y abarca mucho más que lo que hemos mencionado: por ejemplo los elementos ideológicos del sistema educativo y su relación con la dominación hegemónica de clase. Para profundizar en el tema revisar: Apple, M. W. (2016). Ideologia e currículo. Artmed Editora.

 
 
 

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